Las herramientas son un caso emblemático de funcionalidad. Por eso, al entender
cómo trabajan, podemos comprender mejor el paradigma de la funcionalidad.
Las herramientas fueron hechas para permitirnos hacer cosas. Decimos
que una herramienta es útil cuando cumple su cometido e inútil cuando no lo hace.
De hecho, solemos pagar más por las herramientas que nos permiten lograr lo que
queremos.
A nivel personal no hablamos de herramientas, sino de maneras de ser ante
la vida. Cada manera de ser te permite realizar ciertas cosas, pero no otras.
Piensa en una persona abocada totalmente a su trabajo. Tal vez, ser de esa
manera genera profesionalismo y entrega laboral, pero no permite que se presente
un equilibrio entre la vida personal y la vida laboral.
Vale la pena hacer una aclaración. Tú eliges lo que funciona o no funciona
en tu vida. Si estás comprometido con la satisfacción personal y has elegido que la
ves materializada en una rutina de trabajo férrea, te funciona estar abocado a tu
trabajo. Sin embargo, si has elegido tener un equilibrio entre la vida personal y la
laboral, no es útil esa forma de ser.
Cuando identificas que una manera de ser no funciona, es momento de
entrenarte en practicar otra posible forma de relacionarte con la vida. Esto no
significa que eches por la borda quién has venido siendo hasta el momento.
Quiere decir, más bien, que reconozcas hasta donde son útiles tus habituales
maneras de ser, y ahí donde no funcionan, generes y practiques otras
posibilidades.